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5 jul 2014

Otra carta de despedida.


Antes de saber que en las casualidades se muere, y se revive una y otra vez, que bajo tus párpados se han ahogado decenas de barcos de papel, y tú nunca me enseñaste a nadar.

Te encontré por casualidad, como se encuentran las pestañas en la mejilla, y es que sigo viviendo en ese instante en el que pedí ese deseo a medias, de que las casualidades duren más, y duelan menos.
Imaginé que cruzando un barrio más allá tropezaría con Madrid, y que la línea de autobús recorrería todo Gran Vía, mientras la dibujaba, mientras me perdía.
Tropecé con todo aquello, cuando ni siquiera sabía porque las noches se consumían tan despacio. Cuando las canciones bonitas no sonaban al tiempo de bailar, y era yo quién llegaba tarde.

Y no sabes cuántas veces le he echado la culpa a la puta poesía, por haber llevado tu NOMBRE en cualquier estrofa.
Por haberme dejado morir a pie de página...




Has sido poesía, de esa, que se escribe con los ojos cerrados justo antes de llegar al orgasmo; De esa que se esconde al final de un bar, de esa que se queda marcada sobre el papel y sobre mi, de esa que hiela en pleno agosto y que finge no tener que quedarse, para volverse a ir.


Ojalá...


Puta poesía.
Cuantas mejillas han derramado ápices de mares y océanos.
Cuántas de ellas se han quedado clavadas en tus nudillos, y en tu clavícula.


Ya basta.


Hoy al despertarme, he bajado corriendo las escaleras, cómo no lo hacía desde que era pequeña, iba a despertar al mundo entero, y me daba igual si tú eras uno de ellos.
Porque me he cansado de ir de puntillas, para no estropearte el sueño, pero es que tú le robabas al mío...

He abierto la puerta, y la he cerrado de golpe, como si fuera un adiós mal pronunciado, pero es que me he cansado de la poesía, desde que los versos eran menos bonitos cada vez que te escribía, y la vida, no es tan triste como la recordaba, no quiero seguir escondiéndome debajo del paraguas cuando llueva, quiero empaparme, sin ti. No quiero volver a arrancar las flores con tus gemidos y con las manos atadas a la espalda.


Prometo no volver a bailar.

Prometo emanciparme de las ruinas de tu poesía.


Prometo no volver a escribir otra carta de despedida.

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