De vez en cuando tengo que escribir, y dejarme matar un
rato.
Para que luego un pecho, o el tuyo, me devuelva a la vida.
Y seguir muriendo de ti, también.
Morir de ganas, de ansias, y de precipicios más soñados que
altos..
Desde el este hacia el pecho, enredándome en las mañanas.
Con ojeras de nubes, de haber volado. Y luego caído.
Y joder como duele caer, entre tinta, y sábanas deshechas.
Entre el frío del invierno, y luego tu agosto.
Tu risa, que recorre mapas, y corazones de vez en cuando.
Luego se marcha... Y es cuando tengo que empezar a
escribirle.
Para que vuelva, pero sólo en el papel, y así ahogarme en tus delirios,
con vodka y unos cuántos poetas mal recitados.
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